Aporofílico Rasgado

La progresía buenista se pasa todo el rato luchando o celebrando luchas. Pauper Oikos siempre sospechó de ese frenesí contendedor: no por casualidad el libro de Hitler lleva el título que lleva. De ahí la inquietud que lo sacudió cuando contempló una manifestación de políticamente correctos que protestaban al grito de: “¡Luchemos, luchemos”. Al frente iba su amigo, Aporofílico Rasgado, el filósofo estrella del pensamiento único y genuino paradigma de los bleeding hearts, que lo saludó y le dijo:

—El rechazo al pobre es tan antiguo como la humanidad. No son los extranjeros los que producen rechazo, porque los turistas son bien acogidos, molestan los pobres, los que parece que no pueden traer dinero ni beneficios, sino solo plantear problemas.

—Pues no sé qué decirte —respondió el reportero—. Estamos viendo a los supuestos progresistas perseguir a los turistas en muchos lugares de España.

—¿A los pobres?

—Especialmente a los pobres.

—Pues entonces necesitamos más intervención para cambiar las actitudes —insistió Aporofílico—. Cuando una realidad social malsana actúa sin ser reconocida funciona como una ideología que ejerce clandestinamente su dominación. Y tenemos como sociedad un problema cuando rechazamos a los pobres.

Pauper Oikos tomó carrerilla y dijo:

—La sociedad no rechaza a los pobres. Son los políticos, los grupos de presión y los intelectuales como tú los que os habéis compinchado para promover una agenda intervencionista que de hecho maltrata a los pobres. El abanico de vuestra fobia contra los de abajo es amplio, empezando por los impuestos con que los poderosos crujen a la gente, pasando por el paro cuyas políticas intervencionistas fomentan, y llegando hasta la persecución de la economía colaborativa, donde tanta gente podría ganarse la vida, por ejemplo, alquilando su piso por Airbnb o trabajando en Uber o Cabify. En realidad, los progres sentís el máximo rechazo a los pobres, porque aplaudís todo lo que pueda dificultarles o impedirles salir de la pobreza.

Aporofílico Rasgado habló entonces con enorme solemnidad, que no por nada era catedrático y académico mil veces laureado:

—El objetivo prioritario de este siglo XXI es erradicar la pobreza, como indica el primero de los Objetivos del Desarrollo Sostenible, y cultivar la propensión a cuidar de los más vulnerables. No valen los equívocos liberales, concentrados en nuestra tendencia a dar con tal de recibir, lo que excluye del juego del intercambio a los que parece que no pueden devolver nada valioso.

—Está todo mal —resumió el reportero de Actualidad Económica—. La pobreza no es erradicada por políticos ni por burócratas sino por los propios pobres, siempre que no sean excluidos del mercado. Es vuestro desprecio real a los pobres lo que os impide ver que cientos de millones de personas han dejado atrás la pobreza gracias precisamente a ese intercambio del mercado que tanto despreciáis.

Aporofílico Rasgado lo miró con tanta seriedad que Pauper Oikos propuso que dejaran de discutir y se marcharan cantando su canción favorita: Pobre de mí.