En defensa del 1 %

Hay un 1 % de personas ricas, mucho más ricas que las demás. Conviene defenderlas.

Qué escándalo, qué barbaridad, qué he dicho. Ya distingo el humo de las antorchas portadas por los indignados políticamente correctos que vienen a quemar esta columna…

Se dirá que es monstruoso defender a los ricos porque, como todo el mundo sabe, los ricos son, son…¿qué? Pues ya lo dijo el clásico: los ricos son como nosotros, sólo que tienen más dinero. Y entonces ¿qué?

La respuesta, en una comunidad de mujeres y hombres libres, es: entonces nada. Toda persona rica, mientras no haya acumulado su fortuna mediante la violencia o el fraude, es igual que una persona pobre, y no es justo castigarla por tener o ganar más que el resto.

Ante los ataques que desde púlpitos, cátedras y tribunas sin fin se lanzan contra esta idea, la idea de que un rico es igual que un pobre y no debe ser castigado por serlo, tanto como el otro no debe ser premiado por serlo, que es la idea básica liberal de la igualdad ante la ley, existe la tentación teleológica. Así, se defiende a los ricos por las consecuencias beneficiosas que produce su opulencia una vez que se acumula. Es la teoría del derrame o trickle down theory, que ya criticamos en este rincón (cf. http://goo.gl/e50vD1 y http://goo.gl/Y8rltE). En efecto, en condiciones de mercado y competencia, el rico no beneficia a los demás después de ser rico, sino que sólo puede hacerse rico si beneficia antes a los demás. Típicamente, el empresario de éxito es el que primero consigue ofrecer un bien o servicio que los demás libremente le compren: esa ventaja ajena es lo que le convierte en millonario.

Pero el autoritarismo de todos los partidos, alimentado por su principal combustible, la envidia, insiste en que los ricos son “un problema”. Y sugiere que su riqueza no es justa, o que no es justo que la dejen a sus hijos, o que, horror de los horrores, resulta que ahora son más ricos que antes. Hay que “luchar contra la desigualdad”.

Estas prédicas son tan falaces como peligrosas. No se trata sólo de la mentira que proclama que Amancio Ortega, al vender muchas camisas, ha causado mucho daño, cuando la realidad es justo la contraria, sino que además nos engañan alegando que si empobrecen con impuestos a Amancio Ortega, eso es bueno para la sociedad.

No sólo no es bueno para la sociedad, ni obviamente para Amancio Ortega, sino que, lo más importante, no es bueno para usted: porque todos los que hablan de la malvada desigualdad, de los pérfidos millonarios, en realidad preparan el terreno para que usted no se queje cuando vayan a por usted.

(Artículo publicado en Expansión.)