Ideas y ojos

La famosa frase “¿A quién va usted a creer? ¿A mí o a sus propios ojos?”, al revés de lo que suele decirse, no corresponde a Groucho Marx sino a su hermano Chico, en Sopa de ganso, aunque es verdad que está disfrazado del desopilante Firefly. Lo que sí representa es un antiguo problema intelectual.

Hace más de medio siglo, el físico y filósofo de la ciencia estadounidense T.S.Kuhn publicó su influyente libro La estructura de las revoluciones científicas, en el que explicaba cómo los científicos, más que buscar refutar las teorías (o “paradigmas”) predominantes, buscaban defenderlos, llegado el caso contra toda evidencia. Sólo al final de un proceso de desgaste se produce una “revolución” que establece un nuevo paradigma, que será también amparado y protegido con denuedo.

Ya en el siglo XVIII Adam Smith había hablado en sus Ensayos Filosóficos de “la facilidad con que los eruditos renuncian a la evidencia de sus sentidos para preservar la coherencia de las ideas en su imaginación”. Como dice John  Reeder, para Smith los sistemas científicos eran como máquinas inventadas para conectar en la mente los movimientos reales, y dichos sistemas “se suceden unos a otros a lo largo de la historia en función  no de su mayor capacidad explicativa sino por razones casi de estética y de insatisfacción psicológica. Al aparecer nueva información se hace cada vez más complicado para la imaginación asimilar esta información en el sistema. Se construye entonces un nuevo sistema, más sencillo en su concepción y diseño, pero que incorpora esta nueva información, es decir, una nueva versión que permite presentar el nuevo conjunto de hipótesis de una manera más coherente, más estéticamente satisfactoria, más capaz en definitiva de tranquilizar otra vez a la imaginación, como diría Smith”. El paralelismo con Kuhn es patente.

Hemos visto ese fenómeno repetido en economía, por ejemplo, en la idea de que las condiciones de vida de los trabajadores empeoraron dramáticamente en el siglo XIX, fantasía que no soporta la contrastación empírica, pero que se mantuvo en pie hasta nuestros días. Hoy también se generalizan teorías sobre la desigualdad que son muy discutibles pero que son consideradas banderas irrenunciables del progreso social (http://goo.gl/VTNAe9). Cada vez que abren la boca Pedro Sánchez o Pablo Iglesias, sin ir más lejos, proclaman ser luchadores contra este terrible mal.

Todo esto se complica porque no siempre podemos ver con nuestros propios ojos, sino que nos bombardea la propaganda política conforme a la cual, por ejemplo, hay un número elevadísimo y creciente de desahucios en nuestro país, lo que es falso, pero las estadísticas rara vez se comentan.

Lógicamente, ante nuestros ojos se presenta siempre la política como solución de todos los males. Volvamos, pues, a Sopa de ganso, cuando Groucho/Firefly proclama: “Debemos empezar a buscar un ministro de Hacienda”. El de Trabajo objeta: “¡Pero si nombró usted uno la semana pasada!”. Y Groucho replica: “Ese es el que estoy buscando”.