John Law vs. Don Quijote

Marc Shell, crítico literario canadiense, profesor en Harvard, y reconocido especialista en el análisis de la simbología económica en la literatura, recuerda que don Quijote fue asociado con el especulador escocés John Law (“The issue of representation”, en M.Woodmansee y M.Osteen, The New Economic Criticism. Studies at the Intersection of Literature and Economics, Routledge).

Un grabado titulado “John Law como don Quijote” fue incluido en Het groote tafereel der dwaasheid, o El espejo de la locura, publicado en Amsterdam en 1720,y que ha re-editado recientemente Yale University Press, con ensayos de diversos analistas y prólogo de Robert Shiller (http://goo.gl/DqgtME).

En ese año de 1720 se derrumbaron las bolsas de esa ciudad, París y Londres, cuando explotó la burbuja que había montado el aventurero Law, gracias al privilegio que obtuvo de la corte gala para crear el banco real, y que, como ocurre siempre, le fue concedido a cambio de que financiara la abultada deuda pública del reino.

El escándalo dio lugar dibujos y grabados como este que nos ocupa y que reproduce Marc Shell. Se ve a John Law sentado como si fuera don Quijote, pero no en Rocinante sino en el asno de Sancho, y todo el pueblo se mofa de él. Law porta una bandera con el lema “Ya voy, ya voy, Dulcinea”, porque van rumbo a la parisina rue Quincampoix, donde estaba el banco de Law, y está Dulcinea en un café. Hay un cofre repleto de billetes, y en él se lee “Caja del dinero de mentira de Bombario”. En un primer plano, pero a un lado, hay objetos asociados con la economía: balas de mercancías, tabaco, monedas, un escritorio, libros de contabilidad. Al fondo, una nave zarpa hacia los mares de Sur.

No son imágenes agradables, precisamente. Detrás de Law hay un demonio que levanta la cola del burro, que defeca acciones y billetes que la multitud desea acaparar. Bombario, como Sancho Panza, va montado sobre un sapo y lleva una capa adornada con anzuelos.

El problema de todo esto es que no encaja con don Quijote. No sabemos si algún artista holandés se quiso cobrar alguna cuenta pendiente con España, pero la comparación no es válida: don Quijote no era como Law, y no arrastró a personas a la ruina. Se dirá que la imagen es correcta porque alude a la locura. Pero don Quijote estaba loco él solo, no los demás, que eran conscientes de sus desvaríos. Asimismo, era un loco que podía ser muy cuerdo, como es sabido; lo apunté en la serie que le dediqué el año pasado en el suplemento “Directivos en verano” de Expansión. Y Alonso Quijano era una buena persona, que no intentó engañar a la gente embarcándola en proyectos financieros, esos sí, alocados.