Propuestas fiscales

No hay ningún partido que apueste por proteger los derechos de los ciudadanos, en particular el derecho fundamental a su propiedad, conculcado por un abanico de supuestos derechos que exigen su usurpación. Hemos vuelto a escuchar el dislate marxista conforme al cual la llamada “okupación” –es decir, el robo de la propiedad ajena– está amparado por el “derecho a la ciudad”, nada menos.

Dirá usted que esas barbaridades corresponden a la extrema izquierda, que claramente desea oprimir a millones de trabajadores con más impuestos (http://goo.gl/R0Dh71). Pero esa extrema izquierda manda en los principales ayuntamientos de España gracias a la izquierda supuestamente moderada, e igual puede mandar en el Palacio de la Moncloa dentro de poco.

El PP promete bajar los impuestos. También lo prometió en 2011, sólo para crujir después a los contribuyentes. Su argumentación fiscal es deplorable. Asegura, por ejemplo, que “ahora sí se pueden bajar los impuestos” porque la economía crece, pero los impuestos debieron bajarse cuando Rajoy los subió, para que la economía creciera antes, más y mejor. También repite el PP que los impuestos se bajan siempre que la recaudación no caiga, con lo cual sitúa el eje del asunto en el gasto público, que es precisamente lo que hay que bajar. Pero no espere usted a que ningún político proclame que su objetivo es que la recaudación caiga, para que el pueblo conserve algo más de lo que es suyo.

El PSOE no promete bajar los impuestos, sino subirlos; aunque, eso sí, repite que sólo pagarán más los ricos, lo que es una flagrante mentira: no hay tanto rico en España para financiar un mayor gasto crujiéndolos aún más. También es una bobada eso de decir alegremente que pagarán más impuestos “las empresas”, como si se pudiera hostigarlas sin freno y sin consecuencias nocivas para la población.

Ciudadanos está en la línea socialista predominante: les gustaría bajar los impuestos, pero no se puede, no es realista: “Que nos digan de dónde va a salir el dinero para pagar el gasto”. Otra vez, el gasto no se negocia: su cartera, señora, sí. Y muchos economistas, intoxicados de corrección política, nos hablan de que el gasto social por habitante es inferior en España a la media de la UE, como si eso probara la necesidad de subirlo. Incluso alguno desbarra afirmando que como pagamos ahora más impuestos que cuando éramos un país pobre, entonces hemos dejado atrás la pobreza porque hemos pagado más impuestos. Ya se imaginará usted a qué conclusiones se llega partiendo de semejantes falacias.

Posiblemente la clave de la nueva usurpación tributaria que se avecina la tenga Larra, que, en línea con el juez Learned Hand, dijo: “El pueblo no es verdaderamente libre mientras que la libertad no esté arraigada en sus costumbres e identificada con ellas”.