Utilitarismo y «Moby Dick»

Un distinguido liberal italiano, Alberto Mingardi, me dijo que Moby Dick es una novela utilitarista, aunque sólo habla una vez de Jeremy Bentham, en el capítulo 55, para referirse a su esqueleto momificado, que da una idea de “un anciano caballero utilitario”, mientras que no hay manera de inferir el aspecto de una ballena real contemplando solamente sus “huesos articulados”.

La palabra utilitario aparece sólo otra vez en el libro, en el capítulo 16, para definir al capitán Bildad, y su hiperactividad: “La indolencia y la ociosidad perecían ante él. Su propia persona era la encarnación exacta de su carácter utilitario”. Se dice que él y otros de Nantucket eran “cuáqueros belicosos”, que él tenía fama de ser un “viejo tacaño”, pero también era “piadoso” y se había retirado “a recibir sosegadamente su bien ganada renta”, como propietario entre otros del Pequod, de cuya actividad se ocupaba en nombre de muchos de sus conciudadanos, porque “la gente de Nantucket invierte el dinero en barcos balleneros”.

Se han dicho tonterías sobre Moby Dick, pintada incluso como obra anticapitalista, desvarío también repetido en el caso de Bartleby (cf. “Bartleby y el capitalismo”, supra). Un ejemplo de distorsión es: “Al fin y al cabo, Moby Dick es básicamente la historia de un emprendedor enloquecido, el capitán Ahab, que construye una mitología nihilista en torno a un proyecto de exportaciones atractivas y arrastra en su caída a una plantilla de trabajadores migrantes precarios”. Ahab era un enloquecido, pero no un “emprendedor”; veremos su desprecio a la propiedad en el capítulo 109.

Como a Ahab no le interesaba el dinero, se ha dicho que el utilitarista era el primer oficial, apellidado como una célebre multinacional del café. Ahora bien, la mejor definición a este respecto del supersticioso e inteligente Starbuck, es la de quien busca lo útil con realismo y prudencia, como aparece en el capítulo 26: “—No quiero en mi bote a ninguno —decía Starbuck— que no tenga miedo de la ballena. Con eso parecía querer decir no solamente que el valor más útil y digno de confianza es el que surge de la estimación realista del peligro encontrado, sino que un hombre totalmente sin miedo es un compañero mucho más peligroso que un cobarde. —Sí, sí —decía Stubb, el segundo oficial—, este Starbuck es un hombre tan cuidadoso como pueda encontrarse en cualquier lado en la pesca de la ballena. Starbuck no iba en una cruzada en busca de peligros; en él, el valor no era un sentimiento, sino una cosa simplemente útil para él, y siempre a mano para todas las ocasiones prácticas de la vida. Además, pensaba, quizá, que en este asunto de la pesca de la ballena el valor era una de las grandes provisiones necesarias para el barco, como la carne y la galleta, que no se podían derrochar locamente.”