Alemania y el BCE, otra vez…

Sin novedad en el frente. O al menos, eso parece. Tras la reacción del Tribunal Constitucional de Alemania el viernes, remitiendo al Tribunal de Justicia de la UE su recelo ante la compra de deuda soberana por parte del BCE, el pensamiento único volvió a arremeter contra el radical e intransigente gobierno de Berlín. La corrección política continuó, erre que erre, alegando que aquí necesitamos golpes de timón, más expansión monetaria, más intervencionismo y más activismo por parte de un Mario Draghi que no bajó tipos el jueves cuando, obviamente, tenía “margen” para ello, y más aún considerando el super-moderado dato de inflación de enero en la eurozona, combinado con los sordos rumores de los emergentes.

Más achtung que nein

Sin embargo, desde Alemania no llega un rígido nein sino un cauto achtung. En efecto, el Tribunal Constitucional germano se ha inhibido, trasladando a la Unión un asunto sobre el que en realidad hay motivos más que razonables para el recelo. Toda la historia de los bancos centrales es la historia de la financiación espuria, o usurpadora, de los Estados. El BCE nació con la muy esperable desconfianza teutona de que pudiese ser utilizado por los demás Estados para financiarse más y mejor a costa del contribuyente alemán. Y parte de las idas y venidas del BCE giran en torno a este asunto.

¿Qué ha pasado ahora? El enésimo enfrentamiento entre Alemania y el BCE, se dirá. Pues sí, pero también la primera vez que el alto Tribunal germano traslada a la UE su desconfianza hacia la (hipotética, de momento) compra ilimitada de deuda soberana. Se trata, evidentemente, de una estrategia redistributiva donde los más laboriosos, responsables y ortodoxos pagarán parte de la factura a los otros, que son, obviamente, los más entusiastas partidarios de la mutualización de las deudas. Y los supuestamente severos alemanes, en vez de negarse en redondo, van y preguntan en la propia UE. ¿Cuál cree usted que será la respuesta? Pues eso.

(Artículo publicado en La Razón.)