Echenique donde Alsina

Carlos Alsina le preguntó a Pablo Echenique sobre qué cuentas han hecho los señores de Podemos para llegar a un salario mínimo de 900 euros. Si es meritorio subirlo, podrían haberlo subido más. ¿Por qué no lo hicieron? ¿Es que acaso conciben en Podemos la posibilidad de que el salario mínimo pueda quizá tener algún efecto contraproducente? Echenique respondió que no se pudo llegar a un salario mínimo de 1.000 euros “porque el Gobierno no quiso subirlo más”.

El secretario de Organización de Podemos repitió en varias oportunidades que no hay ningún efecto colateral nocivo: “ningún estudio de los que yo he visto avala el criterio de que un salario mínimo mayor destruye empleo”. El sabe que eso es más que dudoso, porque, en efecto, su aumento puede ser perjudicial para el empleo de los más débiles, los que menos ganan, los más jóvenes, y los que tienen menos experiencia.

Siguió metiéndose en jardines, con un keynesianismo cañí: como las sociedades modernas se basan en el consumo, proclamó, entonces, si la gente tiene más dinero, consume más y “automáticamente las pymes tienen más ingresos y por eso pueden pagar salarios y les va mejor”. Nada de esto es evidente, y mucho menos “automáticamente”. Si el consumo garantizara el crecimiento y el empleo, jamás habríamos entrado en crisis en 2007, cuando el consumo estaba por las nubes. Echenique apeló al “sentido común”, pero ya iba cuesta abajo en la rodada.

Alsina le preguntó que si eso era así, ¿por qué no poner un salario mínimo de 2.000 euros? Consciente de su endeblez argumental, don Pablo pasó a desdecirse, y admitió que sí, que efectivamente, una subida del salario mínimo puede ser negativa para el empleo, pero ese “límite macroeconómico” está muy lejos de los 1.000 euros porque en España los salarios están por debajo de la media europea. Por supuesto, nadie sabe cuál es ese límite, pero Echenique sí sabe que él no lo sabe, y que el argumento basado en el diferencial con la media europea no se tiene en pie.

Alsina remató la faena preguntándole por las pymes y su coste laboral salarial y no salarial, y Echenique, echando mano del argumento de la reducción en Sociedades para las pymes, no fue capaz de despejar la incógnita que quedó en el aire, pero a la vista de todos: la subida del salario mínimo puede ser dañina para los trabajadores precisamente allí, en el caso de las pymes, que concentran a la gran mayoría de sus perceptores.

Intentó salir del paso despotricando demagógicamente contra las grandes superficies, las grandes empresas, la malvada Alemania, etc., y terminó jurando que ningún autónomo pagará más a la Seguridad Social. Pero ya era tarde. Alsina lo despidió con su habitual cortesía.