«Grexit», otra vez

No puede ser. ¿Otra vez el fantasma de la salida de Grecia del euro? ¿Otra vez el “Grexit” y el efecto contagio hacia los demás países, como España? Segunda gran decepción con la moneda única: la primera fue, precisamente, la crisis griega original, algo que nos aseguraron que nunca iba a pasar. Cuando pasó, nos aseguraron que se tomarían las medidas necesarias para resolver el problema dentro del euro. Se tomaron y, sin embargo, el caso sigue ahí.

Pero Grecia ha salido de la recesión. En España estamos satisfechos de crecer en torno al 2,5 %, aunque tengamos una tasa de paro del 25 %. Pues bien, esas son más o menos las mismas cifras de Grecia. Si las cosas van mal allí, por tanto, no es porque la economía esté estancada, y desde luego no es porque las autoridades de Atenas no hayan sido ayudadas: en el último lustro han recibido en torno al cuarto de billón de euros. Y la economía europea se ha recuperado, el petróleo ha caído, el euro se ha depreciado. ¿Qué más se necesita para resolver el problema griego?

El populismo de los nuevos gobernantes ha llegado al extremo de pedirle reparaciones a Alemania, grotesca propuesta que ignora la diferencia entre la Primera y la Segunda Guerra Mundial: en esta última las reparaciones fueron suprimidas del discurso posbélico, en contraste con 1919 y el Tratado de Versalles.

En cuanto al infausto “austericidio”, la idea de que los males griegos se deben, otra vez, a los alemanes, no a los nazis sino a la malvada señora Merkel que es una pérfida austera y encima quiere que le paguen sus deudas, es un camelo en Grecia como lo es en el resto de Europa, donde ningún gobierno ha “desmantelado el Estado de bienestar”, a pesar de la demagogia pseudoprogresista que así lo diagnostica reiteradamente. Eso no ha sucedido en ninguna parte, y por supuesto tampoco en Grecia. Y este es el problema: los gobiernos no han querido recortar el gasto de verdad,  con lo que la subida de impuestos no ha sido suficiente para cuadrar las cuentas, con lo que ha explotado la deuda, ahora sólo con entidades públicas, el FMI y la UE.

El coqueteo con los límites de esa situación conduce a las actuales tensiones, y acaso a las futuras, en la medida en que el superávit primario griego venga acompañado de sospechas de insuficiencia y un posible freno en el crecimiento que haga subir el peso de la deuda griega sobre el PIB incluso por encima del actual 180 %.

Obama, entre tanto, le ha dicho a Varoufakis lo que le dice todo el mundo: no que recorte los gastos sino que suba los impuestos. Varoufakis no hará ni una cosa ni otra si puede seguir recibiendo ayuda exterior con la amenaza del default y la salida del euro. Es griego, pero no tonto.

(Artículo publicado en La Razón.)