Les Luthiers y la libertad

La mejor noticia de la semana para mí, y seguramente también para muchos en la legión de sus admiradores, ha sido la concesión del Premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades a Les Luthiers, el famoso conjunto argentino de instrumentos informales.

Les vengo siguiendo desde que aparecieron, y compré su primer disco en mi Buenos Aires natal en 1971. Tuve además en esos años el honor de cruzarme con ellos. Participé con mis amigos Diana von Bernard y Jorge Leonard en un concurso de canto amateur que convocaba un club deportivo porteño. Nos atrevimos con “California Dreamin”, con la que entonces arrasaban The Mamas & The Papas. Y pudimos saludar al grupo musical que había sido contratado para amenizar la velada mientras el jurado se retiraba a deliberar sobre los premios de los aficionados. Ese grupo eran Les Luthiers, con casi 50 años menos pero ya cada uno de ellos con su serio esmoquin y su prodigioso talento. Tocaron algunas canciones de ese primer álbum: Sonamos pese a todo, que incluía la “Epopeya de Edipo de Tebas” o el “Teorema de Thales”.

Volvamos a su Premio Princesa de Asturias de 2017. Así justifica el galardón al grupo el acta del jurado: “Nacido hace medio siglo en el ámbito universitario, es uno de los principales comunicadores de la cultura iberoamericana desde la creación artística y el humor. Su original tratamiento del lenguaje, de los instrumentos musicales y de la acción escénica atrae a cientos de miles de espectadores de todas las generaciones, que han convertido a Les Luthiers en un espejo crítico y en un referente de libertad en la sociedad contemporánea”.

Eso es lo que son, en efecto, y esa calidad de referente de la libertad deslumbra en dos aspectos. Uno es la crítica al poder y la ironía sobre las ambiciones de los poderosos, una de cuyas últimas manifestaciones es La Comisión, desopilante número en el que un par de políticos corruptos pretenden cambiar el himno nacional, es decir, acometen una “himnovación”. Tuve la suerte de verlo el año pasado en Madrid. Se trata de una burla muy eficaz contra el poder en general y contra el nacionalismo y el populismo en particular.

El segundo aspecto liberal de Les Luthiers es su propio gran éxito. En infinidad de ocasiones habrá escuchado o leído usted la opinión según la cual no se puede dejar la cultura y el pensamiento crítico, original y de calidad, en manos del mercado. Pues estos ilustres compatriotas míos prueban lo contrario, porque se han hartado de llenar los teatros del mundo sin hacer concesiones a la demagogia ni a la vulgaridad.

Nunca olvidaré ese concurso de canto en el que participé hace casi medio siglo, porque conocí a Les Luthiers. Y, además, porque mis amigos y yo obtuvimos el segundo premio.