Podemos defiende el derecho al frío

 

La destreza de la élite que dirige Podemos quedó ratificada el día de la Constitución hasta en los gestos. El hecho de que acudieran al Congreso, pero el líder carismático no, es una estrategia para ampliar apoyos, la mayor urgencia de Podemos después del relativo fiasco de las últimas elecciones.

Cuando pasamos de los gestos a las palabras, la casta dirigente populista brilló aún más, con una iniciativa de Carolina Bescansa. Supongo que entre las demás fuerzas políticas habrá cundido el desconcierto. Es lo que sucede cuando el adversario da un paso más en el antiliberalismo demagógico predominante, un paso que los otros no se habían atrevido a dar, posiblemente por temor a que sus desatinos intelectuales o sus incursiones anheladas contra los bienes de los ciudadanos fuesen percibidos como tales.

Una vez que la demagogia de unos consigue pasar su mensaje disfrazado de propuesta sensata, progresista y solidaria, los demás la adoptarán. Es el caso de los desahucios, una marca original de Podemos y figuras cercanas, también deplorables, como Ada Colau, a la que aupó a la alcaldía de Barcelona. Después nos enteramos de que no era la Madre Teresa de los Desahuciados sino una mera empleada del Ayuntamiento, porque lo contó quien le pagaba el sueldo: el ex alcalde Xavier Trias. Pero ya los desahucios no son de Podemos, y el PP se declara abierto defensor de los desahuciados, aunque aún no de los okupas, pero nunca se sabe.

Otra bandera populista fue la llamada “pobreza energética”, un verdadero hallazgo, porque hasta ahora nadie había incurrido en la temeridad de ponerle apellidos a la pobreza. Pues bien, ante el éxito de esta consigna, también compartida ahora por los demás partidos, la señora Bescansa reveló una plausible originalidad y declaró que Podemos no sólo defiende el derecho a la calefacción sin pagar, sino también al frío gratis en verano.

Esta es la clave: ir siempre más allá, prometer siempre un paraíso mejor que el que prometen otros. Todo el lenguaje de Podemos insiste, aún más que los demás, en los “derechos”. Parecería que los defienden todos, pero no es así: jamás defienden los derechos concretos de las personas concretas, empezando por el derecho a conservar lo que es suyo. Por eso siempre eluden los costes que sus propuestas imponen a la mayoría de la población. Y mienten con descaro cuando garantizan que no tienen coste alguno, o, si lo tienen, que sólo lo pagarán los ricos.

Otra faceta del populismo es la exageración de los males que padece el pueblo por culpa del capitalismo, o de que gobiernen otros. Brilló en tal sentido el señor Echenique que, como han dicho los comunistas siempre para avalar sus propuestas liberticidas, aseguró que la Constitución es “violada todos los días”, lo que significa que los Gobiernos no aumentan el gasto público y los impuestos todavía más. Su declaración más rutilante fue cuando denunció que en España hay “dos millones de niños con desnutrición”. Ni uno menos.