Podemos, inversiones y préstamos

En Podemos se oponen a las inversiones privadas en los medios privados, y a los préstamos a los partidos políticos.

Doña Noelia Vera, portavoz de Podemos, proclamó: “ni los bancos ni los fondos de inversión pueden tener participaciones en los grandes medios de comunicación”. Si eso sucede, se trataría según ella de un “flaco favor a la democracia”, que debe “garantizar el derecho a la información recogido en la Constitución”, y porque los medios son un “sector estratégico”.

El odio a la libertad de expresión por parte de la formación de ultraizquierda es descarado y peligroso. Resulta diáfano que la señora Vera no quiere defender el derecho a la información sino, precisamente, lo contrario. Lo que quiere es poder ahogar financieramente a los medios que no le sean propicios. Los medios privados, claro está, porque los públicos los pondrá completamente a su servicio: tenemos una larga experiencia del carácter imprescindible que para la izquierda revisten la manipulación y la propaganda. Por eso, los medios son “estratégicos” para ella: porque debe dificultar su labor crítica. De esta manera, la izquierda conseguirá la democracia que reconoce y aprecia: aquella en la que gobierna.

Abandonada de momento la revolución violenta, mediante la cual los comunistas asaltaron el poder, y llenaron el planeta de sangre obrera, ahora la izquierda es demócrata, y por tanto acepta el veredicto de las urnas. ¿Qué hacer si las trabajadoras no les votan? Aquí viene la segunda aversión financiera de Pablo Iglesias y sus secuaces: los partidos no deberían solicitar créditos a la banca —privada, obviamente.

Denunció don Pablo Echenique, Secretario de Organización de Podemos: “El PP y PSOE han pedido prestados millones de euros a  la banca para sus campañas. Esto limita la democracia en nuestro país”. Otra vez, hay motivos para sospechar: cuando hablan de “democracia” solo se refieren al riesgo enorme —para ellos, sus privilegios y su bienestar— de que las trabajadoras no les voten.

En este caso, su argumento es análogo al anterior: lo que huela a libertad constituye para ellos una amenaza. Como no lo pueden admitir paladinamente, recurren otra vez a la democracia, y sostienen que prohibir la financiación bancaria a los partidos es “una medida de salud democrática e impediría que la banca tenga más poder que los diputados”. Esto no solo es falso sino también revelador: a la ultraizquierda no le importa el poder de los diputados, como si los diputados —y, naturalmente, las diputadas—  no pudieran violar la libertad de las trabajadoras, por ejemplo, subiéndoles el impuesto al diésel.

En este desatino totalitario, la contradicción de Podemos es destacable. Objeta la financiación privada, no la pública, es decir, no le molesta en absoluto la financiación que reciben los poderosos y que pagan a la fuerza las trabajadoras.

Por fin, y considerando su inveterada hostilidad al reembolso de las deudas, ¿aceptarían financiación privada si ellos pudieran no devolverla?