Podemos ser idólatras

El escritor Roberto Montero González, conocido como “Montero Glez” publicó a comienzos de 2016 en Stella Maris el libro ¡Al cajón! Crónica de un mitin, en torno al celebrado por Podemos en Cádiz el 4 de diciembre de 2015.

Es habitual que los enemigos de la libertad pretendan hacernos creer que España necesita políticas bolivarianas (no explican cómo tendrían aquí un resultado distinto a la catástrofe que han producido en Venezuela), o que España es de los países más desiguales de Europa, cuando lo cierto es lo contrario, o que mandan las empresas, cuando los impuestos que pagan no hacen más que subir, o que la clave de la España democrática ha sido la reducción del gasto público, que ha aumentado sin cesar.

Lo que es menos habitual es un libro como este, que combina los tópicos progres con una melosa idolatría de los jerarcas de Podemos, empezando por Pablo Iglesias, al que se brinda un bochornoso culto a la personalidad: “la figura política más singular aparecida en España desde la Guerra Civil…no es un político al uso y tampoco lo parece. Es sólo un hombre que hace política para devolverle la política a la calle…la propuesta de Iglesias se articula en el movimiento social de la calle…la clase subalterna se verá representada en este chaval con coleta…elegancia y contundencia para denunciar a los dueños de las hambres…su voz guarda el rumor de un océano…su aventura se convertirá en una explosión química capaz de traspasar las membranas sociales y llegar a esas bolsas de pauperismo que pueblan los márgenes y la incertidumbre…un chico de generosidad infinita”.

Si ya siente usted vergüenza ajena, espere a leer lo que dice de Errejón: “especialista en sacar la miel de la conciencia crítica hasta la superficie de sus ojos azules”. Iglesias y él son, agárrese usted, “igual a dos santos laicos que caminos juntos por las arrugas de una España que late con un corazón ancestral”.

No, no hay ni una línea sobre la financiación iraní o venezolana (vale, vale, sólo a los fundadores, no al partido, claro, claro), sino páginas hagiográficas donde se asegura que “llevan las perras contadas y no quieren depender de los bancos…Pablo Iglesias se lleva la mano al bolsillo, vacío, pero en el que cabe todo el mundo”.

Y todo es así. Sobre Teresa Rodríguez: “su vena anticapitalista y su salero gaditano han hecho temblar a una Europa gris y llena de recortes”; y sobre el demagogo alcalde gaditano: “hay otro que no quiere dejar al hambre pasar y que dicen el Kichi”.  Monedero es otro héroe, eliminado “por el capitalismo”, nada menos.

La contrapartida de la idolatría de los propios es la demonización de los ajenos. El autor odia al PP, al PSOE, a CC OO, a UGT, al Rey, a Alberto Garzón (esto era antes del idilio con Podemos), a Rivera (“elegido por los mercaderes”), y llega al extremo de hablar de “Pilar Miró, lamiendo las almorranas del poder”.