Ser pobre o estar pobre

En Lanzarote, en la Universidad de Verano del Instituto Juan de Mariana, Joaquín Azpitarte me recordó que la expresión “ser pobre” es equívoca, y lo correcto sería decir “estar pobre”. Ninguna persona “es” pobre en el mismo sentido en que es vieja o joven, o alta o baja. La estatura, y sobre todo la edad, son características inevitables, y la pobreza no. Una y otra vez comprobamos que los grandes empresarios, los que figuran en unas dichosas listas que registran las fortunas más cuantiosas, no las han poseído siempre, ni las han heredado de otros que las poseían también desde siempre. A menudo la realidad es la opuesta, y no son pocos los millonarios que nacieron en condiciones modestas, cuando no míseras.

No «somos» pobres, ni ricos

Así, la gente tampoco “es” rica en el mismo sentido en que los africanos son de piel más oscura que los nórdicos. Se cuentan por millones, entonces, los pobres que dejaron de estar en la pobreza. Esto ha sido cada vez más así en los últimos dos o tres siglos, precisamente los siglos asociados con el capitalismo y, típicamente, deplorados por doquier merced a una supuesta extensión de la pobreza y la desigualdad, y porque “los pobres son cada vez más pobres”, lo que es una clara y demostrable falsedad. Pero, precisamente, el que se insista tanto en esta jeremiada revela la profunda carga antiliberal que tiene la expresión “ser pobre”. Parece que no hay manera de salir de la pobreza…si no interviene el poder político y legislativo, claro.

(Artículo publicado en La Razón.)