Tarjetas «black»: escándalos y oportunidades

Continúa el desfile de los antiguos consejeros y directivos de Caja Madrid ante el juez Andreu a cuenta de las tarjetas “black”. Llama la atención una asimetría: hay un generalizado rasgado de vestiduras, y todo el mundo se declara escandalizado ante lo que ha sucedido, pero a la vez nadie parece ser consciente de una antigua regularidad ética: la virtud es, también, una cuestión de oportunidad.

Nótese que he dicho “también”. No digo que ante las oportunidades de no ser virtuosos, ninguno lo seamos. Lo que digo es que dichas circunstancias han de ser tomadas en consideración, salvo que se crea que todos somos santos; y además, otra cosa, sobre la que tampoco se pone el énfasis suficiente: la política amplía considerablemente dichas oportunidades, y las cajas fueron el reino de la política, en un doble sentido. De una parte, los políticos, democráticamente elegidos, decidían democráticamente quiénes iban a ocupar los cargos principales en unas entidades que llegaron a representar la mitad del sistema financiero de nuestro país. De otra parte, una vez que eran elegidos, esos directivos operaban asimismo con el habitual estilo de los partidos políticos democráticos, a saber: negociaban. Y en esa negociación estaban las retribuciones de toda suerte, tarjetas incluidas, pero no sólo tarjetas, y no sólo dinero. Miguel Blesa, elegido democráticamente con los votos del Partido Popular, se mantuvo como presidente de Caja Madrid merced a un acuerdo democrático con los comunistas. Eso permitió el enorme poder que durante muchos años ostentó el señor Moral Santín, de Izquierda Unida, que llegó a determinar, por ejemplo, quién debía dejar de colaborar con la Fundación de la entidad.

Dirá usted que estoy abusando sarcásticamente de la palabra “democracia”. Pero no, porque el proceso que benefició a personas de todos los partidos políticos, y sindicalistas de puño en alto, tarjeta en bajo, y marisco en gaznate, fue democrático. Lo digo para que lo recuerden los señores de Podemos y demás progresistas que están pidiendo, con la que ha caído, una “banca pública con control democrático”. Eso, precisamente, fueron muchas cajas de ahorro en España.

(Artículo publicado en La Razón.)