TTIP: listos, tontos y trampas

Se atribuye a Lenin la expresión “tontos útiles”, para referirse a los intelectuales, artistas y periodistas, que viajaban a Rusia y regresaban hablando maravillas de los logros comunistas. Esos tontos útiles iban a multiplicarse, hasta hoy. Por desgracia, también han existido entre los cristianos, que han creído en los objetivos del socialismo pasando por alto sus resultados empobrecedores y criminales, y han pensado que las instituciones de la libertad deben ser atacadas por los creyentes en nombre de la “opción por los pobres”, como si los adversarios del capitalismo no fueran los máximos creadores de miseria y opresión.

Conviene que las personas de buena voluntad no cumplamos el papel de tontos útiles secundando esos mensajes anticapitalistas, esgrimidos, para más “inri”, por los mayores enemigos que ha tenido nunca la Iglesia Católica: ellos son los listos peligrosos. Dichos mensajes antiliberales, como sucede con el TTIP, son en su mayoría engañosos.

Algunas trampas revisten un carácter genérico, como la falacia conforme a la cual el comercio no puede ser ventajoso para todas las partes. O carácter político, como cuando se acusa al Tratado de no ser transparente; en realidad, para lo que son las negociaciones entre burócratas y políticos, que de eso se trata en este caso, el TTIP ha sido bastante transparente, como señaló el periodista Diego Sánchez de la Cruz en Libertad Digital.

También hay ficciones específicas sobre el TTIP. Adelanto que en mi opinión esta clase de tratados no son la mejor opción para los ciudadanos, que podrían comerciar legalmente sin interferencia política alguna. Pero, independientemente de lo que nos pueda gustar más o menos a los liberales, las denuncias concretas sobre el TTIP son fundamentalmente propaganda, como cuando se alega que sólo las grandes empresas se beneficiarán de la mayor libertad de comercio, como si no hubiera cientos de miles de PYMEs en Europa capaces de aprovechar la disminución de las trabas a la exportación e importación entre nuestro continente y Estados Unidos. Tampoco se sostiene que el TTIP vaya a reducir nuestra seguridad física o jurídica, ni arrasar con nuestros derechos. En suma, que la libertad es eso mismo, la posibilidad de que las personas establezcan contratos voluntarios con mayor facilidad. El TTIP hace eso, y no “desmantela” el Estado ni nos deja a merced de capitalistas vampiros.

Hablando de quedar a merced, es reveladora una de las quejas ante el Tratado: la de la “cesión de soberanía”. La esgrimen los comunistas de IU y los comunistas/populistas de Podemos, que han acercado aún más sus posiciones, y proponen el rechazo al TTIP en el punto 43 de su reciente acuerdo programático; recordémoslo una vez más: son los mayores enemigos que tiene la Iglesia, son los que asaltaron la capilla de la Complutense. Pero no sólo ellos: ¿quién cree usted que está, por ese motivo y otros similares, tan en contra de la libertad de comercio como los comunistas? Correcto, los fascistas: Marine Le Pen y otros. Debe ser la famosa “confluencia progresista”.

(Publicado en la revista 21, Nº 999, junio 2016.)