El progresismo y Epiménides

En el futuro habrá nuevas entradas en mi libro Greguerías liberales, que acaba de aparecer en LID Editorial, con ilustraciones de Rafa Sañudo y prólogo de Rafa Latorre –https://bit.ly/44csn4b– porque es copiosa la fertilidad de la izquierda cuando se contempla en el espejo y este, como le pasaba a la Reina Malvada, no le devuelve la imagen de la más bella del reino. Ante tan ingrata circunstancia, el argumentario progre desata la máquina del bulo, a partir de una consigna central: nada malo que haga la izquierda es realmente culpa suya.

Hemos visto a esforzados –y, por supuesto, esforzadas– integrantes de las huestes progresistas exponer tesis tan increíbles como las siguientes, que condenso en greguerías: “La corrupción de la izquierda es culpa de la derecha”; “La corrupción del PSOE es culpa del Ibex”; “La corrupción del socialismo es culpa del capitalismo”; “Si debido al gasto público, los impuestos o las regulaciones, una empresa paga mordidas a políticos socialistas, la culpa es de la empresa”.

Estas greguerías son groseramente falsas e ilustran el pueril rechazo progresista a asumir responsabilidades –cf. «Progres no concernidos», aquí: https://bit.ly/4nhLjaw.

Su actitud a veces desemboca en flagrantes violaciones de la lógica. Hace unos años Gaspar Llamazares resolvió el incómodo asunto de los cien millones de trabajadores asesinados bajo las dictaduras comunistas al sostener, con toda sencillez: “si un comunista es un asesino, entonces no es un comunista”.

Días pasados escuché a una autorizada voz de la izquierda pronunciarse en el mismo sentido. Afirmó que si una persona de izquierdas es corrupta, entonces no es de izquierdas.

El truco estriba en una versión burda de la clásica paradoja del mentiroso, atribuida al sabio griego Epiménides: si un cretense dice que todos los cretenses son mentirosos puede decir la verdad, y en tal caso mentiría; o puede mentir, en cuyo caso diría la verdad. En cualquier opción su dictamen es contradictorio.

La lógica desmonta la paradoja, por ejemplo, señalando la incoherencia de las proposiciones autorreferenciales, o planteando jerarquías semánticas que impidan que una afirmación autoevalúe su propia veracidad. Otra vía sería distinguir entre totales y parciales, de modo que algunos comunistas pueden ser asesinos y otros no, lo que resulta verosímil, pero no invalidaría la responsabilidad criminal del socialismo revolucionario, ampliamente documentada.

Todo esto habría podido interesar a Epiménides en el siglo VI antes de Cristo. Pero difícilmente tranquilice a nuestros progresistas de hogaño comprobar que los comunistas pueden ser asesinos sin dejar de ser comunistas y los socialistas pueden ser corruptos sin dejar de ser socialistas. Quien quiera explorar la hipótesis de que el hecho de ser antiliberal puede propiciar dichas conductas escasamente ejemplares puede revisar el inquietante capítulo 10 de Camino de servidumbre, aquí: https://bit.ly/4jZhOr2.