Los 7 de Chicago, entonces y hoy

La película El juicio de los 7 de Chicago, de Aaron Sorkin, trata del famoso juicio contra los acusados de disturbios en torno a la Convención Demócrata de 1968, aunque el director ha pedido que no sea vista como algo del pasado sino del presente. Pero la obra, como señaló Joe Morgenstern en el Wall Street Journal, se toma muchas libertades con lo que realmente sucedió. Su mensaje es que los acusados eran pacifistas y pacíficos, lo que estuvo lejos de ser cierto.

Cuando la izquierda tomas las calles,  pregona que lo hace “pacíficamente”. Si los desmanes de los “pacíficos” progresistas son flagrantes, la respuesta habitual es que la violencia fue aislada,  culpa de las autoridades y las fuerzas del orden, o motivada por la opresión o por actos injustos realizados por otros. Lo expresa la película, que elude los aspectos más cuestionables de los héroes protagonistas.

La caricatura presentada de Tom Hayden llega, como escribió Mark Judge en Law & Liberty, “a una ridícula exégesis  sobre su estilo retórico”, para que nadie concluya que, efectivamente, los congregados en Chicago tuvieron los desórdenes y disturbios entre sus objetivos. El emocionante final de su discurso leyendo los nombres de los soldados americanos muertos en Vietnam nunca existió.

Es cierto que cinco de los acusados fueron condenados, aunque posteriormente la sentencia fue revocada en apelación. Pero lo que resulta distorsionante es utilizar las irregularidades del juicio para escribir, como dice Judge, “una carta de amor a la izquierda”, ignorando el patente radicalismo de los personajes reales, y de unos movimientos políticos extremistas que acometieron actos violentos bajo el manto del pacifismo y el antirracismo, como sucedió con los Black Panthers. Algo parecido a lo del Black Lives Matter de hoy, un movimiento de izquierdas, que justifica su vandalismo y violencia, igual que entonces, por el racismo o la brutalidad policial.

Lo dicho hasta aquí no significa que las piruetas progresistas de Sorkin lo vuelvan necesariamente simpático a la izquierda. Más bien, sospecho que sucede lo contrario. Porque en esta película, como en la muy superior Algunos hombres buenos, de la que escribió el guion, al final lo que triunfa es el sistema americano y las instituciones democráticas y liberales.

Creo que la mayoría de la izquierda no va a aceptar esto nunca. Por esbozar una película, la que le gustaría al grueso de los izquierdistas es una donde el sistema americano perdiese, como perdió, precisamente, en Vietnam. A la derrota de Estados Unidos debería unirse la permanente denuncia de la complicidad americana con Pinochet y una lista de los muertos del vietcong, cuyos crímenes, como los de todos los comunistas, habrán de ser cuidadosamente ignorados.