Adam Smith y la admiración económica

Un pensador moderado como Adam Smith, que subrayó la virtud del autocontrol, difícilmente abusaría de los signos de admiración a la hora de hablar de economía. Los utiliza, efectivamente, muy poco.

Pero, como recordó el profesor Daniel Klein, de la Universidad George Mason, en Law & Liberty, al final del primer capítulo del libro primero de La riqueza de las naciones, el famoso capítulo sobre la division del trabajo, Smith utiliza tres veces en una mismá pagina esos signos para referirse al notable fenómeno del mercado que enlaza a personas desconocidas y apartadas, que moviliza bienes desde rincones remotos del mundo, y elabora herramientas productivas al alcance de los trabajadores más modestos (Alianza Editorial, pág. 42).

Después ya casi no los emplea, salvo en un par de ocasiones, como cuando, en el capítulo séptimo del libro cuarto, señala que el daño del intervencionismo no es tan agudo cuando se lo impone como cuando se lo suprime: “¡Así son de desgraciados los efectos de todas las reglamentaciones del sistema mercantil! No sólo introducen desórdenes muy peligrosos en el estado del cuerpo político, sino que son desórdenes con frecuencia difíciles de remediar sin ocasionar, al menos durante un tiempo, desórdenes todavía mayores” (pág. 596).

Es interesante que sean estos aspectos de la economía y no otros los que Smith haya destacado con admiración. Mi hipótesis es que se trata de aspectos poco intuitivos, y por eso merecedores de ser enfatizados.

Digamos, Smith está en contra de la falacia mercantilista, que en parte continua vigente entre nosotros, que se obsesiona por el saldo “positivo” de la balanza commercial. El pensador escoces refuta esa doctrina “absurda” (pag. 563), pero no le añade signos de admiración.

La razón por la que sí lo hace para explicar la division del trabajo quizá sea porque es menos obvio el proceso de dicha division y el incremento de la productividad que desencadena el mercado libre. Por eso han apuntado algunos especialistas que, aunque la expresión “mano invisible” solo aparece una vez en el libro, la noción subyace por doquier –“Adam Smith’s Liberalism”, The Review of Austrian Economics, aquí: https://bit.ly/4eYT9C6.

Análogo es el caso de los “desórdenes” asociados con el intervencionismo. Aquí el mensaje corresponde con otra virtud  en el esquema mental de Adam Smith: la prudencia. Como el orden social es complejo y no es fácilmente visible, conviene tener mucha cautela a la hora de intervenir, incluso aunque se trate de corregir el intervencionismo de otros.

Por fin, todo esto conduce a la esencia del mensaje liberal smithiano, bellamente expresado cuando advirtió contra la arrogancia de pensar que los seres humanos somos meras piezas en un tablero de ajedrez (Sentimientos morales, Alianza, pág. 407).