Warren Sánchez, el hombre que tiene todas las respuestas, propicia toda la irritación de numerosos ciudadanos, que, aparte de ser desdeñados por el ínclito Tezanos, corren el riesgo de no valorar como se merece la riqueza retórica del líder.
Recordemos que Warren podrá ser el peor presidente de nuestra democracia, pero ostenta tres méritos indudables: erosionó a la ultraizquierda, dividió a los nacionalistas, y debilitó al PSOE. No son logros menores, y así lo destaqué en este rincón de EXPANSIÓN hace tres años –“Las tres Gracias de Warren”, aquí: http://bit.ly/4onJXL7.
Sus palabras son también apreciables, porque el narcisismo se filtra en la retórica y desata reacciones neutralizadoras. Lo vimos en la carta que escribió a los ciudadanos, porque millones de los aludidos captaron de inmediato la sobreactuación de Warren en su intento de desviar la atención de la corrupción que asomaba en su entorno.
Esa corrupción generó contorsiones y ardides que también fueron detectados por el respetable, desde el martilleo con lo mala que es la derecha, hasta el momento en el que, al no poder disimular el latrocinio, la retórica se bifurcó en mendacidad y agravio. Así, Warren Sánchez se manifesto “dolido en lo personal” porque sus íntimos se afanaran en afanar, y los gerifaltes socialistas proclamaron su “tolerancia cero” contra los corruptos, como si al personal le importara el dolor de Warren, y como si los socialistas no hubieran tolerado el choriceo hasta el momento en que fue innegable merced a los esfuerzos de las dos instituciones que más temen los déspotas: la justicia y el periodismo independientes.
La lengua, ya lo dijo Esopo antes de la gresca arequipeña, sirve para lo subime y lo abyecto, pasando por lo más devastador en política, a saber, el ridículo. Muchos ciudadanos dieron un respingo ante la afectación de un Warren que exhibía su gran capacidad de sacrificio porque “son las cinco y no he comido”.
Algo parecido sucede con la hipertrofia de “derechos” que supuestamente conceden los reveladoramente autodenominados “progresistas” a una ciudadanía cada vez más privada del derecho a disponer libremente de lo que es suyo, y de progresar con su propio trabajo.
Eso sí, el entretenimiento, que no falte. Fue divertido el desconcierto que ha sembrado Warren con su política (es un decir) exterior a propósito de la guerra en Gaza, y nada inferior a desopilante es como cabe calificar a los directivos, y directivas, del PSOE. Es cierto que la izquierda nunca se siente concernida sobre sus malandanzas, pero resultó clamoroso el contraste entre los hechos de algunos grandes jefes del Partido y las palabras con las que resueltamente la formación encabeza la lucha por abolir la prostitución. Nada menos.