El golf, que está en el centro de la historia de Sotogrande desde su fundación hasta hoy, es un deporte multidimensional.
Más de una vez hemos comentado en estas páginas que su dimensión económica es muy considerable, por el empleo que genera y los recursos que moviliza en turismo y hostelería de alta calidad. Pero el golf también influye en otras dimensiones de la vida, no siempre reconocidas.
Quizá la más distorsionada es su supuesta hostilidad al medio ambiente, cuando la realidad es justo la contraria, y los golfistas son amigos y no adversarios del cuidado de la ecología.
Tiene también una dimensión cultural, y ha habido, por ejemplo, películas sobre el golf con actores o directores famosos, como The Legend of Bagger Vance o Tin Cu. No han faltado grandes escritores que abordaron el tema, como John Updike, y en particular P.G. Wodehouse, cuyas páginas sobre el golf han hecho disfrutar a varias generaciones de lectores y jugadores. Mi historia favorita, y sospecho que la de muchas otras personas, es un delicioso relato titulado The Clicking of Cuthbert.
Como está usted leyendo El Periódico de Sotogrande, cabe mencionar a una leyenda del periodismo sobre el golf, y un sobresaliente amateur: Bernard Darwin, que además era nieto del célebre naturalista Charles Darwin.
La dimensión social del golf puede ser mencionada, porque en todo el mundo es un deporte que no solo atrae a decenas de millones de mujeres y hombres de toda condición, sino que sus clubes son centros de una educada vida social.
Para terminar, no olvidemos la dimensión política. Por un lado, los propios políticos que lo practican, a veces con frecuencia. Estados Unidos se destaca especialmente por la afición a este deporte de sus presidentes, desde Eisenhower hasta Donald Trump. En España lo han practicado todos nuestros reyes en el último siglo, desde Alfonso XIII en adelante, incluyendo a don Juan de Borbón.
Independientemente de las autoridades, la política y el golf tienen otra conexión interesante, porque los jugadores respetan las reglas y quieren que los dejen en paz. En este aspecto, como en otros, los políticos podrían imitar a los ciudadanos y atender a sus deseos.
(Artículo publicado en El Periódico de Sotogrande.)