El socialismo de todos los partidos siempre ha desatado las alarmas ante los males que nos afligen por culpa de las instituciones de la libertad, empezando por la propiedad y los contratos. Ya se trate de fascistas o de comunistas, el diagnóstico coincide: el peligro son las empresas, que dañan al pueblo, y la salvación es el Estado.
El penúltimo acto de esta farsa progresista es aterrorizarnos ante las empresas tecnológicas.