El fraude del fraude

Este verano, en mi cuenta de Twitter (@rodriguezbraun), algunos seguidores y también algunos críticos (en particular @teleoperador) me insistieron en que el problema crucial de la fiscalidad es el fraude cometido por los ricos y las grandes empresas. A mi juicio, sin embargo, esto del fraude es un fraude.

Lo es porque sugiere que el problema estriba sólo en los que no pagan impuestos. Una vieja campaña de Hacienda anunciaba que con menos evasión caería la presión tributaria: "Paguemos más para pagar menos". Una mentira: cada vez pagamos más ciudadanos, y no pagamos menos impuestos. Pero el fraude desplaza el centro de atención fuera de las víctimas de la (o)presión fiscal, lo que se combina con otra trampa: son los ricos los que no pagan. Son pocos, malos e insolidarios.

Pero es falso, porque no son los ricos los que defraudan sino… todos los que pueden. Y al revés, los que pagamos impuestos no somos los pobres ni las clases medias sino… los que no podemos evitarlo.

El resultado de esta interacción entre el Estado que persigue y los ciudadanos que se escapan, si pueden, es que la economía sumergida es considerable. De ahí también que sea engañoso identificarla con el crimen. No podría haber una sociedad con millones de asesinos o violadores. Pero en todas las sociedades hay millones de defraudadores.

También es engañoso acusar a las empresas del fraude. Se dice: "El 72% del fraude fiscal de este país lo hacen las grandes empresas y las grandes fortunas". Pero eso no quiere decir que los empresarios y los ricos sean peores que los trabajadores: quiere decir que los asalariados (al revés que muchos profesionales, autónomos y empresarios) no puede eludir las incursiones de Hacienda. Esta realidad es escamoteada cuando se pretende que el mal radica sólo en una minoría a que es económicamente rentable perseguir. En realidad, solo lo es políticamente.

Económicamente, en cambio, la idea de que la solución pasa por acabar con la economía sumergida es un error. En España esa economía se estima en un 20% del PIB. ¿A dónde queremos llegar, al ideal nórdico? Pues bien, como apunta Juan Ramón Rallo, en Noruega y Suecia la economía sumergida es del 15% del PIB. Suponiendo que alcanzáramos ese nivel, aflorarían 50.000 millones de euros, lo que a un tipo medio del 30% comportaría recaudar 15.000 millones, que no acabarían con la penuria de la Hacienda.

Hemos visto que ni los nórdicos, esa perfección intervencionista, pueden acabar con la economía sumergida. ¿Puede aumentar la recaudación si se "lucha" contra el fraude? Pues claro: con ese importante porcentaje de la economía no detectado por el poder siempre se puede descubrir algo, y ocultar y justificar así la fiscalidad realmente importante: la otra, la que no defrauda… porque no puede.

Los que pagamos a Hacienda somos los que no podemos evitarlo, como los asalariados