Modo Texto - Equilibrio entre Estado y mercado

CLICHÉS ANTILIBERALES

Equilibrio entre Estado y mercado

La corrección política nos alecciona sobre la necesidad de lograr un ?equilibrio entre el Estado y el mercado?. Veremos en esta serie algunos otros ejemplos de este pensamiento mayoritario y fofo que siempre gira en torno a la misma falacia: el Estado es una institución de la sociedad abierta, como las demás; imprescindible, como las demás; beneficiosa, como las demás; y que se modera en su recíproca articulación con las otras, como las demás. Puro camelo. El Estado no es nada de eso, y actuar como si lo fuera ignora peligrosamente su característica definitoria: la violencia que pretende es legítima.

Observemos cómo funcionan las demás instituciones. La propiedad privada, por ejemplo. Es claramente imprescindible y beneficiosa, y su acción resulta condicionada y moderada por el mismo derecho de propiedad de los demás, que articulan recíprocamente sus derechos en otra institución fundamental: los contratos. El Estado no hace eso. El Estado le quita a usted su propiedad como mejor le convenga, y cuando y en la medida en que le convenga. No quiero decir con esto que lo pueda hacer sin consecuencias. Eso no. Por ejemplo, usted puede reaccionar e intentar algún tipo de defensa, como la huida o la ocultación. Pero nunca puede esgrimir su derecho de propiedad ante la justicia como lo haría frente al derecho de propiedad de otra persona física y jurídica en la negociación, discusión, firma o ruptura de cualquier contrato. Sus derechos no valen mucho ante el Estado, que siempre puede apelar a su propia razón, la razón de Estado, para quebrantarlos hasta su aniquilación.

Incoherencias

Por eso, hablar de ?equilibrio entre Estado y mercado? es tan incoherente como hablar de ?cooperación público-privada?, otra de las fantasías caras al pensamiento único contemporáneo: porque no hay equilibrio ni colaboración posible entre quien monopoliza la violencia legítima y quien no disfruta de semejante monopolio.

Difuminar el Estado entre las demás instituciones escamotea su poder coercitivo y lo reduce a una cuestión formal, virtualmente técnica. En las notables palabras de Barack Obama: ?La cuestión que nos planteamos hoy no es si el Estado es demasiado grande o demasiado pequeño, sino si funciona o no?.

Esta falacia está sumamente extendida, y las multitudes que la pregonan lo hacen como si fueran paradigmas de la moderación. Ya se sabe, ni un extremo ni otro. Curiosamente, esas mismas personas tan equilibradas, tan ponderadas, jamás aplican la noción de equilibrio institucional a las relaciones sociales libres. Por ejemplo, jamás admitirán que la relación laboral deba ser dejada a la voluntariedad de trabajadores y empresarios. Eso nunca. Dirán que sería como dejar a la zorra al cuidado del gallinero. Y dirán, por supuesto, que el Estado tiene que intervenir para lograr la igualdad.

Pero cuando estas personas hablan de los individuos frente al Estado, en este caso jamás piensan que la relación es desequilibrada. Jamás piensan que se trata de corderos ante un lobo.