La expulsión de los jesuitas por Carlos III en 1767, pocos años después de que la perpetraran Portugal y Francia, reveló cómo el Estado supuestamente liberal no limitaría su poder, ni aceptaría compartirlo con la Iglesia. Los jesuitas fueron solo el primer paso al que sucederían otros dos muy relevantes en el siglo XIX: la desamortización y la educación pública. Cuando se analiza la expansión del Estado moderno y el quebrantamiento de derechos y libertades que ha comportado en todo el mundo, allí están sus raíces, en el siglo liberal por excelencia.
Recuerda Gabriela Calderón de Burgos en su libro En busca de la libertad que la Compañía de Jesús había llegado a América a mediados del siglo XVI para “hacer cumplir la bula papal de 1537, que sostenía que los indios, por ningún motivo, debían verse privados de su libertad ni de la posesión de su propiedad”.
Probablemente su vocación moderna y humanista animó inquinas políticas, pero, sea como fuere, los jesuitas contribuyeron considerablemente a la formación en América, con lo que su expulsión, como dijo Carlos Stoetzer, provocó un “inmenso daño cultural… ya que la educación superior estaba casi enteramente en sus manos, al partir de América dejaron un vacío que la sociedad contemporánea le fue imposible llenar”. Estamos hablando de que 2.000 jesuitas abandonaron América, y ciento veinte colegios fueron cerrados.
Dos destacados historiadores económicos, Leandro Prados de la Escosura y Carlos Newland, me han ratificado que no hay estudios cuantitativos sobre el daño económico general de la expulsión para América, pero sí trabajos parciales, como el de Felipe Valencia Caicedo, que demostró que la influencia de la Compañía de Jesús en las áreas de los guaraníes donde habían estado los jesuitas fue positiva en términos de logros educativos e incluso en términos de renta (“The Mission: Human capital transmission, economic persistence, and culture in South America”, Quarterly Journal of Economics, febrero 2019).
Francisco Garfias y Emily A. Sellars sostienen que la expulsión fue negativa para la monarquía a largo plazo, animando sentimientos independentistas y con costes añadidos por la sustitución de sus instituciones y por los disturbios que ocasionó (“The Jesuit expulsion: a double-edged sword for state authority in New Spain”, World Development, 2025).
Asimismo, la labor educativa fue entregada especialmente a los franciscanos, una orden que entonces no estaba a la vanguardia de la capacidad de gestión –sobre su historia y características, frente a los dominicos, puede verse: Benito Arruñada y Lucas Lopez-Manuel, “The Medieval Church and the Foundations of Impersonal Exchange”, UPF, 2024.
Durante mucho tiempo se ha reflexionado sobre las razones del diverso destino de las Américas. Este tema podría integrar el debate.