El peligro japonés

Pauper Oikos escuchó una voz femenina y melodiosa, que advertía:

—Europa avanza paulatinamente hacia el estancamiento económico estructural: la japonización es evidente.

            Era la encantadora economista nipona Morishima Mon Amour. El reportero reconoció:

—Llevas razón, Michi —porque así la llaman sus amigos—. Pero en Europa no os prestamos demasiada atención.

—Deberíais, porque los disparates que habéis hecho los empezó a hacer antes Japón. ¿Quién te crees que fue el país pionero en quantitative easing?

—Vosotros —admitió Pauper Oikos—. Y el resultado fue un desastre. El Banco de Japón empezó a bajar los tipos a mediados de los años 1980, y generó una enorme burbuja que finalmente estalló a finales de la década.

—En realidad, no fue un desastre, sino dos —apuntó Morishima Mon Amour con una sonrisa amarga—. Tras el fracaso monetario, las autoridades abrazaron el keynesianismo cañí: siguieron con tipos bajos y expansión monetaria, pero le añadieron una política fiscal expansiva con grandes déficits públicos para, supuestamente, sostener el modelo productivo. 

—Y no se produjo recuperación alguna. Con lo cual la decisión adoptada fue huir hacia adelante.

—En efecto, el Banco de Japón siguió emitiendo a lo loco, llevó los tipos al 0 %, y la deuda aumentó. Hubo un lapso de recuperación económica a mediados de la pasada  década, pero fue débil, hasta que en 2013 Shinzo Abe presentó las tres flechas: expansión monetaria, estímulos fiscales y reformas estructurales.

—¿Por qué será que no hemos vuelto a oír hablar de la Abenomics? —preguntó Pauper Oikos, mirando al cielo.

—Porque fue un fracaso estrepitoso —resumió Michi.

            El reportero de Actualidad Económica asintió y apostilló:

—No acabó con la deflación, la devaluación del yen no impulsó las exportaciones, y la actividad permanece languideciente. En las últimas tres décadas Japón ha registrado más del doble de recesiones técnicas que Estados Unidos, y duraron más. Quizá lo peor de Japón no es que las medidas no funcionaran, sino que funcionaron, es decir, impidieron en la práctica la transformación del modelo productivo.

—Es todavía peor —se lamentó Morishima Mon Amour—. El balance del Banco de Japón con relación al PIB se ha disparado del 22 % al 77 %. Para que te des una idea, en los últimos diez años el balance de la Fed pasó del 6 % al 25 %. El banco central japonés ya acumula en su balance una tercera parte de toda la deuda pública japonesa que supone el 240% sobre el PIB. Estos niveles de deuda suponen 24 veces los ingresos fiscales, cuando la deuda de EEUU es de 6 veces sus ingresos fiscales.

—¡Basta, por favor! —rogó Pauper Oikos—. Lo próximo que vas a decirme es que la política expansiva de Mario Draghi en el BCE tiene tufillo japonés.

—Lo tiene desde 2012, claramente. Todo se pone delicado como el ikebana.

—¿Ikebana…cer? —musitó Michi.