El lobo Belfort

A propósito de este libro [El lobo de Wall Street], la autobiografía de Jordan Belfort, y de la película del mismo título, dirigida por Martin Scorsese, pudimos leer que “los delincuentes hoy no llevan pistolas sino hipotecas subprime”, o “el poder desmedido y arbitrario destruye también al que lo ejerce”, o que hoy “te miden por el peso de tu chequera”, o que este relato y el film homónimo son “una crítica a una sociedad que ha convertido al dinero en una droga más”.

Belfort no concedía hipotecas…

Pero Stratton Oakmont, la financiera que crean Belfort y sus secuaces, ni era un banco, ni concedía créditos, ni préstamos hipotecarios, ni prime ni subprime ni nada por el estilo. Tampoco estaba en bolsa ni operaba con títulos cotizados. Era un “chiringuito financiero”, o una intermediaria extrabursátil. Nada de esto es de por sí ilegal, aunque sí suele ser un negocio más volátil y menos transparente que los de los mercados organizados. La volatilidad es lo que hace que se pueda ganar mucho cuando hay burbujas. Y el contexto es precisamente el de los años más locos que precedieron al estallido –el original inglés apareció en 2007.

(Entra aquí para leer el artículo completo en El Cultural de El Mundo.)