Economía, ética, e instituciones

Como en homenaje a Adam Smith, y a los dos libros que publicó en vida, los economistas están revalorizando el papel de la ética y las instituciones en el crecimiento.

Utilizando la encuesta The World Value Survey, Guido Tabellini intentó hace unos años buscar explicaciones más allá de los incentivos materiales –véase Journal of European Economic Association, abril-mayo 2008. Buscó las reacciones de la gente con respecto a la honradez o la participación política. La variedad, como cabía esperar, es grande: “Cortar una carretera es considerada una forma legítima de protesta en países como Francia o Italia, pero no sería tolerada por la opinión pública en Suecia o Estados Unidos”.

Subraya la importancia de los valores que apoyan las normas de buena conducta, lo que llama, la generalized morality, y señala que dichos valores están más extendidos “en sociedades regidas por instituciones políticas no despóticas desde un pasado lejano”; y también que el buen funcionamiento institucional suele notarse “en países o regiones donde los individuos comparten valores compatibles con una moral generalizada”. Contrasta la situación de algunas regiones de Italia con el Medio Oeste de Estados Unidos, y resume: “el buen gobierno es más probable si los individuos han internalizado las normas de la moral generalizada”. Analiza una serie de variables, como la confianza en los demás o dos valores clave transmitidos a los niños en el seno familiar: el respeto y la tolerancia.

Revisa la cuestión de los inmigrantes, y recordé la observación de Friedman: en los países nórdicos no hay pobreza, pero entre los inmigrantes nórdicos en Estados Unidos tampoco la hay. Los inmigrantes de países democráticos, en efecto, tienden a ser más ricos. La moral generalizada está más desarrollada en el Norte de Europa y los países anglosajones que en América Latina o los Balcanes. Pero no conviene precipitarse a generalizar: los países árabes y el Medio Oriente están bien posicionados en confianza y respeto, cuando en muchos de ellos se quebrantan la democracia y los derechos humanos.

Es probable que una sociedad arbitrariamente jerarquizada “destruya los valores individuales y la confianza”, y de ahí el interés de los análisis del lenguaje. Así, el uso de pronombres de primera y segunda persona brinda información, argumenta el profesor Tabellini –y también Adam Smith, que dictó lecciones de retórica. En italiano, como en español, usamos uno y otros, pero no en inglés. Su conjetura es que las lenguas asociadas con el uso de la primera persona “son típicas de tradiciones culturales que subrayan más el individuo con respecto a su contexto social, y son por tanto más respetuosas de la persona y sus derechos”.

Todo ello, en un abanico que va desde la religión hasta la independencia de la Justicia, tiene importantes derivaciones económicas.