Ella Minnow Pea o la libertad

En una isla ficticia, un pueblo civilizado y culto, que respeta la memoria del fundador de la comunidad, ha erigido una estatua en su honor, que reproduce un pangrama (texto con todas las letras del alfabeto) atribuida a su genio impar. Un día se cae una de las letras, y sucesivamente las siguientes. Las autoridades, creyendo que se trata de un mensaje del fundador desde el más allá, deciden prohibir el uso hablado y escrito de cada letra caída. Tal el argumento de la primera novela de Mark Dunn de 2001, recientemente traducida al español –Ella Minnow Pea. Una novela epistolar progresivamente lipogramática, Benalmádena, Málaga: EDA Libros–, que he leído por sabia recomendación de David Jiménez-Blanco.

El subtítulo refleja precisamente la obra, que consiste en una serie de cartas entre los personajes, empezando por la protagonista que le da el título, una joven de 18 años cuyo nombre es un juego de palabras con letras en inglés. El libro respeta las absurdas normas oficiales, y las cartas son lipogramáticas, es decir, van omitiendo cada letra según van siendo prohibidas, hasta que finalmente la comunicación es imposible.

El libro fue celebrado cuando apareció, y asociado con distopías sobre el totalitarismo como Rebelión en la granja o Un mundo feliz. El propio autor alega con razón que no ha habido antes una novela como esta, y felicita también con razón por su labor al traductor hispano, José Poderoso, cuyo apellido es doblemente pertinente, por la energía que requiere adaptar un texto así a nuestra lengua, y porque el libro es una sátira sobre el poder, una alegoría sobre el totalitarismo y una brillante defensa de la libertad.

Desfilan, en efecto, todas las características del poder sin frenos ni contrapesos, desde el control sobre el lenguaje hasta la censura de libros y mensajes, desde la manipulación del pasado hasta la violencia jurídica y física más arbitraria y brutal contra la vida, la propiedad y los derechos de los ciudadanos.

El lector no podrá evitar extraer conclusiones de la fábula por sus paralelismos con la corrección política actual. En España hemos visto reiteradamente muestras de dichas facetas antiliberales a cargo de la izquierda y los nacionalistas. Algunas, como en el libro, son entretenidas y ridículas, a la vez que inquietantes. Cuando se quemaban muchas hectáreas en Galicia, escuché a una política del Bloque objetar seriamente porque algún colega había dicho Orense en vez de Ourense.

Como escribió el profesor Albert Torés García en Zenda Libros: “el momento hilarante se dará la mano con el instante de rabia; por ello la situación aberrante y absurda cobra más fuerza con las misivas inquisitoriales del Consejo Insular y con el mensaje esperanzador de un final feliz”.