Francisco García Paramés, o la originalidad

Mañana estará en las librerías Invirtiendo a largo plazo. Mi experiencia como inversor, de Francisco García Paramés, que dirigió con magníficos resultados Bestinver, firma que ahora lidera otra figura respetada del mundo inversor:  Beltrán de la Lastra.

Paramés, que ha pasado un par de años apartado de la primera línea de la gestión, ha aprovechado para escribir este interesante volumen en donde nos habla bastante sobre su vida, y la calidad profesional y personal de sus colaboradores, en particular Álvaro Guzmán, que hoy dirige la exitosa azValor.

El libro de García Paramés, que publica Deusto y que presentaremos el próximo martes 25 en la Fundación Rafael del Pino, plantea otra forma de hacer las cosas. Para empezar, sigue la filosofía del value investing, cuyo estudio no es frecuente en nuestro mundo académico: una excepción es el máster del Centro OMMA (aquí más datos: http://goo.gl/hyM6g4).

Apoya la Escuela Austríaca, desdeñada por muchos economistas, que no la consideran “científica”, aunque es muy valiosa a la hora de analizar el ciclo y el socialismo. Desde esta perspectiva tan original, aunque sin pensar que los austriacos tienen la razón en todo, García Paramés prueba las teorías en un punto crucial: si realmente funcionan para describir la realidad, entonces se podrá ganar dinero con ellas. Y a eso dedica buena parte del libro, donde el lector puede asombrarse al saber, por ejemplo, que aconseja invertir “sin preocuparnos de la evolución general de la economía o las bolsas…Hay que centrarse en la selección de valores y no en adivinar qué va a suceder en el mundo”; o que defiende la inversión en acciones porque tienen menos riesgo (no confundir con volatilidad) que los demás activos.

Otras de sus normas son: invertir sobre todo en empresas familiares, no le gustan las empresas sin dueños, “pues los intereses de los ejecutivos no están casi nunca alineados con los de los accionistas”; no practicar el short-selling; no creer que los mercados son perfectos, al contrario: el buen gestor activo aprovecha sus defectos; no cegarse con la tecnología, la novedad o el tamaño; y tener paciencia ante los fracasos, que los ha tenido.

Es plausible su rechazo al pensamiento único, a las burradas de los grandes economistas, empezando por los Nobel antiliberales como Krugman (tampoco acepta el intervencionismo de su admirado Buffet); a las jeremiadas que insisten en que el mundo va cada vez peor por culpa del capitalismo; o que el mercado se opone a la democracia, “pues no existe mejor expresión de la voluntad popular que las actuaciones de las personas en su vida diaria”. Lo peor es que siga el dislate austriaco, o más bien rothbardiano, de pensar que Adam Smith se dedicó a inventar “entes objetivos teóricos”.

A los lectores les gustará saber que Francisco García Paramés lee todos los días un solo periódico en español: Expansión.