Gestión, propaganda, civismo

Con la deplorable gestión oficial de servicios públicos de la relevancia de la energía o el transporte ferroviario, ha vuelto a repetirse la idea de que debemos felicitarnos por el civismo aparentemente asombroso desplegado por los ciudadanos ante las más graves emergencias. El Gobierno, que adolece de vicios, pero no es idiota, rápidamente aprovechó la oportunidad para felicitarse a sí mismo por la presteza con la que se puso al frente del problema y lo resolvió. Insistió mucho en ello, no fuera a ser que alguien tuviese la ocurrencia de concebir la posibilidad de que igual el Gobierno era la causa de la contrariedad que tan eficazmente remediaba.

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