Warren Sánchez, el hombre que tiene todas las respuestas, fue auscultado ayer en Extremadura, dijo 33, y no obtuvo todos los votos necesarios como para despejar las crecientes dudas sobre su salud política. Que alguien entre los socialistas esté seriamente aliviado porque el PP no haya rozado la mayoría absoluta, que se haya tenido que conformar con un resultado inferior a sus expectativas, y que necesite el apoyo de otros, presumiblemente de Vox, solo indica la postración en que Warren ha dejado a su propio partido.
Ninguna encuesta auguraba que María Guardiola alcanzaría los 33 escaños, aunque todas coincidían en que no estaría lejos de esa cifra crucial. En cambio, todas contemplaban la posibilidad de que el PSOE obtuviese menos de 20, otro número mágico por debajo del cual, como apuntó Tom Burns Marañón en EXPANSIÓN, “la continuación del sanchismo en el poder debería ser inviable”. Pues bien, no logró esos magros 20.
La lectura en perspectiva nacional, en efecto, era quizá más patente que nunca, no solamente por la deficiente gestión de Warren & Cía., sino por la sucesión de casos de corrupción, agravados por los presuntos acosos sexuales que, por decirlo suavemente, empañan el pretendido monopolio del progresismo feminista que pretende ostentar la izquierda.
Ahora bien, hablando de empañar, o más bien de eclipsar, los resultados del PSOE han sido catastróficos en una región donde ha ganado casi todas las elecciones. Parece increíble, pero hace pocos años, en 2019, los socialistas lograron una indiscutible mayoría absoluta en la Asamblea extremeña, con el 47 por ciento de los votos, y 34 escaños. Y en 2023 empataron en 28 escaños, pero en votos ganaron los socialistas por un estrecho margen.
Aparte de subrayar la abstención, que ha aumentado, y acaso de orillar a Miguel Ángel Gallardo, sospecho que única “victoria” de la que puede presumir Warren Sánchez es, como señaló Ricardo T. Lucas en nuestro periódico, que “verá reforzada la tesis de que no puede haber elecciones anticipadas a nivel nacional”, porque eso abriría las puertas de la Moncloa al abismo de “la derecha y la ultraderecha”. Se comprende la inquietud de “quienes como García Page piden a la desesperada no seguir supeditando toda la estrategia del partido a los intereses particulares de Sánchez”.
Desde el punto de vista autonómico da la impresión de que los socialistas no tenían nada que decir en Extremadura, y no solamente por la corrupción, simbolizada en el “hermanísimo”, sino en particular por la gestión, desde los trenes hasta Almaraz.
Conviene recordar que existe una caricatura sobre esa autonomía, que la retrata como petrificada en el atraso, digamos, como si toda Extremadura fuera igual que los ferrocarriles con que el Estado la aflige. A eso se suman otros datos, como que es la autonomía con más empleados y funcionarios públicos de nuestro país. Esta imagen distorsiona una realidad económica y empresarial que es más dinámica de lo que podría parecer, y que por eso mismo resiente el abandono de los dirigentes. Y lo hace hasta el punto de, por seguir con los tópicos, haber destruido la vieja idea de que los extremeños tenían su voto “cautivo” en poder del PSOE.
De la crisis socialista se ha beneficiado la ultraizquierda. No es casualidad que la candidata de Unidas por Extremadura, Irene de Miguel, haya cosechado buenos resultados con una doble estrategia: apelar al electorado socialista y apartarse de Yolanda Díaz y Sumar.
Vox también ha subido, beneficiándose Óscar Fernández de votantes de la izquierda y ratificando el acierto en términos electorales de enfrentarse al PP, lo que impulsó ayer a la formación de Abascal en Extremadura, y fortalece su posición a nivel nacional. Esto dicho, parece razonable esperar que facilite con su abstención la investidura de María Guardiola.
Dijo Carlos Alsina sobre Warren Sánchez en Onda Cero: “No ha habido presidente en la historia de España que se haya condecorado más a sí mismo”. Cabría añadir: y con menos motivos. Su viacrucis ha empezado, pero las estaciones se aproximan inexorablemente en los próximos meses: Aragón, Castilla y León, Andalucía.
Warren ha dicho 33. Podrá ufanarse de que el PP no llegó hasta esa meta. Podrá seguir agitando el fantasma de “la derecha y la ultraderecha”. Pero no podrá ocultar que la clave regional y nacional de las elecciones de ayer en Extremadura no es 33 sino 20. Es decir, la clave no es tanto el resultado del PP sino el derrumbe del PSOE.