Warren y el salario del miedo

Warren Sánchez, el hombre que tiene todas las respuestas, también abriga todos los temores a ser desalojado del Palacio de la Moncloa en las próximas elecciones generales, por lo que no solamente las retrasará al máximo posible, sino que debería acometer estrategias para neutralizar su erosión electoral. Sin embargo, va a forzar a los trabajadores que cobren el aumentado SMI a que paguen IRPF, con lo que Hacienda, como informó Expansión, se quedará con 300 de los 700 euros de la subida.

En el clásico de Henri-Georges Clouzot, unos trabajadores aceptan transportar nitroglicerina a cambio de una elevada retribución que da título a la película: El salario del miedo. En el caso de Warren y el SMI, el miedo, perfectamente racional, a seguir perdiendo apoyos, contrasta con esa decisión a primera vista delirante. ¿Cómo van los socialistas a dañar de manera tan descarada a sus votantes?

Una posibilidad, naturalmente, es que sea mentira, y que el castigo fiscal a los trabajadores más pobres sea otro bulo que Warren modulará en el futuro.

Otra hipótesis, empero, es que sea verdad, pero en ese caso hay que explicar por qué Warren estaría dispuesto a afrontar el coste político del desmontaje público del camelo de la izquierda, y la comprobación de que con el PSOE no pagan los ricos, la banca y las energéticas, sino que, como editorializó El Mundo, “el impulso recaudatorio se ceba especialmente en las rentas medias”.

Quedaría así expuesta la propensión reaccionaria de la izquierda y los sindicatos, satisfechos de que esas rentas medias se estrechen cada vez más y en cambio se expandan las mínimas, puesto que cobrarán el SMI unos 2,5 millones de trabajadores.

Sin embargo, Warren y su banda pueden haber optado por afrontar el coste político de enfadar a sus electores, pensando en los beneficios que pueden cosechar, no solo porque aumentará la recaudación sino porque quienes la pagarán podrán regodearse con la trampa redistributiva fundamental: pagan más, eso sí, pero también cobran más, compartiendo con la Agencia Tributaria parte del botín. Menos da una piedra, pensarán. Además, los golpeados serán especialmente ciudadanos solteros sin hijos, con quizá menos capacidad de multiplicar su enojo.

Los medios adictos, por fin, seguirán cultivando la prédica mendaz de que todos los impuestos son buenos porque sirven para financiar los servicios públicos, porque todos tenemos que colaborar y arrimar el hombro, porque España todavía tiene una fiscalidad menor que la media de la UE, porque los ricos malvados pagan poco, etc.

La maniobra de Warren es osada, temeraria incluso, y su miedo es comprensible. Pero puede salirle bien. Y si no, desandará el camino. No sería la primera vez.