Tituló El País: “El PP da un giro conservador con la elección de Pablo Casado”. Preocupante, sin duda. Ya en páginas interiores, el periódico se extendía: “Asesorado por economistas ultraliberales como Daniel Lacalle, las propuestas económicas de Casado también suponen un giro a la derecha”, porque quiere suprimir el Impuesto de Patrimonio el de Donaciones y el de Sucesiones, y bajar Sociedades e IRPF.
Ciudadanos lamentó la elección de Casado, alegando que era “más de lo mismo”, como si Soraya hubiese significado un cambio apreciable con respecto a “lo mismo” que había antes. Para Izquierda Unida y Podemos, estamos ante una opción política “extrema”. Ellos, los partidarios de la dictadura cubana y de la tiranía bolivariana, ellos aseguran que Casado es un extremista.
Warren Sánchez tuiteó su felicitación al nuevo líder del PP, y añadió: “El Gobierno seguirá trabajando por el crecimiento económico, el empleo digno, la conquista de nuevos derechos y libertades y la reconstrucción del Estado del Bienestar”.
Aquí, como en la película “Sospechosos habituales”, están pasando cosas raras. Las objeciones económicas que cabe plantear a Pablo Casado no pasan por acusarlo de extremista por querer aliviar la dura presión fiscal que padecen las trabajadoras, sino porque, como es habitual, no se atreve a aclarar qué capítulos del gasto público piensa reducir para que le cuadren las cuentas. Nadie lo señala. En cambio, lo llaman extremista cuando está lejos de serlo.
Empecemos por el prefijo “ultra”, que no he visto que El País aplique al Gobierno de Warren ni a Podemos ni a Izquierda Unida. No llama ultra a quien quiere que las trabajadoras paguen aún más impuestos que ahora. Parece que ultra es alguien que pretende bajar los impuestos. Deberían explicarlo con algo de cuidado. ¿Atenuar el castigo fiscal a las trabajadoras es algo reprochable, radical, extremista? ¿Es que no se dan cuenta en El País que su razonamiento es defectuoso?
No hay nada de extremista en aspirar a bajar los impuestos, es decir, aspirar a que las trabajadoras conserven más de su propio sueldo, de sus propios ahorros. Un razonamiento cuestionable, en cambio, podría ser el de Warren Sánchez, por tres razones. Primera, no es evidente que las subidas de impuestos y un intervencionismo mayor en el mercado de trabajo vayan a traducirse en más crecimiento y más y mejor empleo. Segunda, es falso que haya que “reconstruir” el Estado de bienestar, porque eso supone que ha sido destruido, lo que evidentemente no ha sucedido: el Gobierno anterior no lo hizo. Lo que sí hizo, en cambio, fue destruir las carteras de las ciudadanas, subiéndoles los impuestos con el objetivo ostensible de preservar el Estado de bienestar. Y, por fin, en tercer lugar, un político que cree realmente que la gente no tiene derechos, sino que es el Gobierno el que los “conquista”, es un político para el cual quedan pulverizados los límites del poder, es decir, la libertad de las mujeres.
Y dicen que Pablo Casado es un ultra, o sea.