Ricos, pobres, curas

Con la riqueza y la pobreza suele suceder que su constatación confiera una suerte de primacía ética que a su vez se transforme en imperativo intelectual: si yo tengo buenos sentimientos hacia el prójimo, entonces mi diagnóstico sobre la realidad tiene que ser correcto. ¿Verdad? Pues no, no es verdad.

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