Las derrotas de los kirchneristas en la Argentina y del Partido Demócrata en Estados Unidos fueron celebradas por liberales de toda condición. Motivos no les faltaban, desde luego, dado el antiliberalismo de los perdedores. A partir de ahí, empero, hubo contorsiones.
Quizá la más ridícula fue la polarización pueril que llevó a que liberales poco reflexivos olvidaran dos enseñanzas relevantes de su doctrina: el poder debe estar limitado, y la política difiere esencialmente de la sociedad civil.
Seguramente por las prisas, no prestaron atención a que la libertad no depende de quién ocupe el poder, sino de los contrapesos ante todo poder. Como denunció Edmund Burke: In vain you tell me that artificial government is good, but that I fall out only with the abuse. The thing! the thing itself is the abuse!
Incurrieron también en el error de solapar política y sociedad, es decir, cayeron en la trampa que los socialistas de todos los partidos nos tienden cuando aseguran que el Estado “social y democrático” es puro, automático, e inmaculado reflejo de sus súbditos, a quienes replica fielmente, y, como decía Bentham: un pueblo nunca puede actuar contra sí mismo.
Tanto nos han machacado con que el poder y el pueblo son indistinguibles que dejamos de observar la distinción capital entre los contratos voluntarios de la sociedad y la imposición política de las decisiones colectivas, es decir, entre el mercado y el Estado. Ni siquiera pensamos en que resulta bastante curioso que en la sociedad tengamos donde elegir, mientras que en la política las opciones son siempre muy pocas. Una vez que elegimos en las urnas entre estas escasas alternativas, se nos asegura que tenemos que secundar al partido o al gobernante que hemos apoyado o votado en todo lo que haga, sin distinciones ni matices. ¿O es que acaso pretendemos que gane o gobierne el otro partido?
El profesor argentino Gabriel Zanotti, un destacado liberal, ha advertido contra los peligros de dicha polarización: “Los discursos de Milei y de Trump son los discursos de una facción ganadora contra la otra. Milei está peligrosamente encerrado en un triángulo de hierro impenetrable y rodeado del secretismo correspondiente, con instituciones mucho más débiles que las de EEUU.”. Muy cierto. En el caso de Trump apunta que los críticos de la agenda socialdemócrata pueden ser liberales o nacionalistas, o una mezcla de ambas posiciones, como sucede con el nacionalismo norteamericano, que puede ser libertario o intervencionista. Dice Zanotti: “En las acciones y discursos de Trump y sus adherentes, ambos nacionalismos se mezclan, en un peligroso olvido de la Declaración de la Independencia”.
Hablando de los padres fundadores, puede que Jefferson no haya dicho eso de que el precio de la libertad es la eterna vigilancia. Pero sigue siendo una muy sabia sentencia.